miércoles, 12 de julio de 2006
Næstur stöð: Ísland!!
¡¡Qué pasada!! ¡¡Qué pedazo de viaje!! Yo tengo que volver allí, es la leche, me ha encantado. No solo por el hecho de que con 24 horas de luz un fin de semana te parece una semana completa, sino porque merece muchísimo la pena.
Para empezar, el hecho de que el sol se ponga a las 23:45 y salga a las 3:30, sin que dé tiempo a que oscurezca en esas 3 horas largas... Lo curioso que resulta ver el sol ponerse por el norte, en lugar de por el oeste, y la desorientación horaria continua. Como el viaje tiene miga, será mejor que lo cuente por partes.
Logística
Desde Londres se tarda como dos horas en llegar. Hay dos compañías que vuelan allí, Icelandic Air y Iceland Express, que es con la que fuimos. El billete nos salió por unos 350€, pero el avión estaba bien, no es una compañía de bajo coste. El vuelo llega al aeropuerto internacional de Keflavik, a unos 50 minutos y 10.000 Coronas Islandesas (ISK) de taxi a Reykjavik.
Allí el idioma hablado es el islandés, un idioma escandinavo que parece vikingo. Sin embargo, casi todo el mundo habla un inglés perfecto, por lo que la comunicación no es un problema. La sorpresa es que entre la gente joven se habla muchísimo castellano, así que si vais no os metáis con nadie en nuestra lengua madre, porque lo mismo os contestan de mala manera...
Hay multitud de hoteles en Reykjavik, aunque suelen ser muy caros. Un fin de semana (3 noches) puede salirte entre 130€ y 230€, según si vas a un youth hostel o a un hotel en condiciones.
Excursiones
La verdad es que la ciudad de Reyjkavik tiene menos cosas que ver que el salpicadero de un Seat Panda. Lo que de verdad merece la pena son las excursiones que te organizan allí.Os recomiendo esta compañía, no sale muy cara y te hacen unas excursiones bastante majas. Duran entre 10 y 12 horas, así que hay que llevarse comida propia (la islandesa es escasa y cara).
Aquello es un desierto volcánico, con paisajes con mucha lava, y muchos volcanes, lo que hace que todo el aire huela a azufre, y, por si no lo sabéis, huele como un huevo duro, o por decirlo de otra manera, a cuesco calduzo.
Nosotros decidimos coger dos excursiones, en las que disfrutas a tope de la naturaleza. En la primera de ellas, nos llevaron al Blue Lagoon, un lago de aguas termales calentadas por una chimenea volcánica, en el que te puedes bañar, ir a una sauna o a un baño turco, además de quedarte debajo de una cascada de agua caliente, o vaporizarte con agua helada. Es la leche, ahí me véis con mis compañeros de relax y luego una vista de la laguna con mi clásica foto del periódico para Carranza.
Después de aquello, nos llevaron a ver un lago donde en medio hay un volcán apagado, y la curiosidad es que en medio de este lago es donde se juntan las placas tectónicas de Eurasia con la de América, así que, fijaos qué cosas, un trozo de Islandia está en América y otro en Europa, y yo estuve en ambas, jejeje.
Tras ver este lago y la falla, y de que nos contasen que en Islandia se suelen producir unos 150 terremotos al día (imperceptibles a nuestros pies, eso sí), nos dirigieron a las cataratas de Gulfoss, que también impresionan bastante, sobre todo a aquellos que no habíamos visto nunca ningunas. El agua va a toda leche, si das un mal paso te caes al pilón, y el agua difuminada de la hostia de la caída llega alta de pelotas. Ahí os pongo otra fotillo...
Cuando ya nos habíamos mojado lo suficiente en las cataratas, nos llevaron a otro lugar volcánico, en el que había unos bujeros en la tierra llenos de agua hirviendo, que de vez en cuando se hinchaban, y saltaban hacia arriba, provocando un efecto muy, muy curioso... A estos fenómenos les llaman geysers, y te recomiendan que no te acerques mucho a ellos. Cuando ves el bote que pega eso, lo entiendes perfectamente.
Al día siguiente nos levantamos aún más temprano, después de haber dormido cero coma (después veréis por qué), y nos pusimos de nuevo en marcha. Este día fue durillo, aunque fuimos a la costa sur a ver una caída de agua cuyo nombre impronunciable, Seljalandsfoss, es tan largo como la caída en sí misma. Después de pasar por detrás de la cascada (bendito chubasquero que me compré antes de ir...), nos llevaron a ver otra maravilla, la lengua de un glaciar acabando en un lago con bordes de hielo cubiertos por ceniza volcánica. ¿A que suena bien? Pues se ve mejor.
Por si todo esto no fuera poco, seguimos viaje con nuestro autobús todoterreno, atravesando ríos por el cauce, hasta llegar a un valle en el que daban la opción de hacer una ruta de hiking de una hora. Estaba la suave y la dura. Nosotros (los que aún quedábamos vivos) por supuesto elegimos la dura, y vive Dios que lo era. Pero sigue viviendo Dios, aquello sí que era increíble. Nunca había visto un paisaje como el que ví, y creo que me costará bastante volver a verlo. No os lo puedo describir ni siquiera con la foto, que no saca ni la cuarta parte de lo que se veía. Había un cañón, dos glaciares, una cordillera, un río, mil riscos, un acantilado de agárrate los machos, y un espacio más abierto que la mente de Jiménez del Oso. Todo ello junto en el mismo sitio. Lo dicho una pasada. Aquello no tiene precio.
Cuando creíamos que ya habíamos visto todo, nos llevaron a un cañón resultado del derretimiento de un glaciar. En este cañón hay una garganta, a la que hay que llegar atravesando un río a pie (sí, nos mojamos), y en esa garganta está el que dicen que es uno de los manantiales más puros de Europa, con un agua mineral muy terapéutica. No sé, yo bebí del manantial directamente y el agua estaba fresquita y muy muy rica, pero aún me duelen las piernas de la paliza de este día.
Islandia tiene mil excursiones para hacer, puedes bucear en un lago volcánico, ir a un glaciar en un trineo tirado por perros, salir en barco a avistar ballenas, e incluso creo que hay una excursión que te lleva al mismo polo norte. Yo quiero volver y hacer todo lo que me perdí.
Fiesta
Otra de las cosas buenas que tiene Islandia es la juerga. Hay un fiestón de narices, y nos dijeron que en invierno era mejor que en verano (24 horas de noche, pues imaginad...). No sé, supongo que a aquella gente le tiene que acabar tocando el ala días tan raros. Reykjavik es pequeñito y todos los garitos se concentran en una calle, la Laugavegur. Los islandeses de fiesta en general son una panda de borrachos que beben hasta perder el sentido, así que no os extrañe encontraros por la calle a tíos y tías más pedo que Alfredo.
De sitios a los que ir nos recomendaron el Café Oliver, que como su propio nombre indica, es un café que se transforma en disco por la noche. El sitio estaba petadísimo los dos días, y al entrar ves por qué. Hay tías despampanantes (y bichos también) que no se cortan un pelo en tocarte o dejarse tocar, y, si tras un rato de tocamientos la chica no quiere nada, da las gracias y pide que no se siga. Es decir, más de lo mismo que en cualquier sitio del norte de Europa, pero aquí bastante más exagerado.
Hay algo curioso sobre los islandeses. No se cortan en mostrarse si son de la acera de enfrente, y eso deja cosas tan curiosas como la foto que os pongo. El caso es que entre regalos para la vista como este, y otros regalos que uno es un caballero y no pone aquí, llegaron las 3:30 y cierran el garito. Salimos a la calle, con un sol naciente pegando en plena cara, y preguntamos dónde se va ahora. Pues la respuesta fue otra pregunta: ¿queréis sitios con chicas, drogas, famosos o música? Pues como de música ya tenemos una colección buena en mp3, famosos islandeses no es que estemos muy familiarizados con ellos, y las drogas no nos van, por eliminación elegimos el sitio de chicas, así que nos mandaron al Pravda. La verdad es que el garito era más flojo que el Oliver, había bastante menos gente, no tantas chicas, pero las que habían se tenían a duras penas en pie, supongo que tras dos millones de copas es lo normal...
Bueno, dejaré de contar ahí, el sábado fue más de lo mismo, de modo que por las mañanas presentábamos un aspecto un tanto lamentable. Supongo que ahora entendéis por qué estábamos un poco doblados para las excursiones. Pero con huevos, ahí estuvimos para hacerlas, que Islandia no se ve todos los días.
Y ahora me despido, que me voy a la playita, a por un poco de relax después de tanta caña. El próximo viaje será a Cracovia, ya os contaré qué tal me ha ido...
Para empezar, el hecho de que el sol se ponga a las 23:45 y salga a las 3:30, sin que dé tiempo a que oscurezca en esas 3 horas largas... Lo curioso que resulta ver el sol ponerse por el norte, en lugar de por el oeste, y la desorientación horaria continua. Como el viaje tiene miga, será mejor que lo cuente por partes.
Logística
Desde Londres se tarda como dos horas en llegar. Hay dos compañías que vuelan allí, Icelandic Air y Iceland Express, que es con la que fuimos. El billete nos salió por unos 350€, pero el avión estaba bien, no es una compañía de bajo coste. El vuelo llega al aeropuerto internacional de Keflavik, a unos 50 minutos y 10.000 Coronas Islandesas (ISK) de taxi a Reykjavik.
Allí el idioma hablado es el islandés, un idioma escandinavo que parece vikingo. Sin embargo, casi todo el mundo habla un inglés perfecto, por lo que la comunicación no es un problema. La sorpresa es que entre la gente joven se habla muchísimo castellano, así que si vais no os metáis con nadie en nuestra lengua madre, porque lo mismo os contestan de mala manera...
Hay multitud de hoteles en Reykjavik, aunque suelen ser muy caros. Un fin de semana (3 noches) puede salirte entre 130€ y 230€, según si vas a un youth hostel o a un hotel en condiciones.
Excursiones
La verdad es que la ciudad de Reyjkavik tiene menos cosas que ver que el salpicadero de un Seat Panda. Lo que de verdad merece la pena son las excursiones que te organizan allí.Os recomiendo esta compañía, no sale muy cara y te hacen unas excursiones bastante majas. Duran entre 10 y 12 horas, así que hay que llevarse comida propia (la islandesa es escasa y cara).
Aquello es un desierto volcánico, con paisajes con mucha lava, y muchos volcanes, lo que hace que todo el aire huela a azufre, y, por si no lo sabéis, huele como un huevo duro, o por decirlo de otra manera, a cuesco calduzo.
Nosotros decidimos coger dos excursiones, en las que disfrutas a tope de la naturaleza. En la primera de ellas, nos llevaron al Blue Lagoon, un lago de aguas termales calentadas por una chimenea volcánica, en el que te puedes bañar, ir a una sauna o a un baño turco, además de quedarte debajo de una cascada de agua caliente, o vaporizarte con agua helada. Es la leche, ahí me véis con mis compañeros de relax y luego una vista de la laguna con mi clásica foto del periódico para Carranza.
Después de aquello, nos llevaron a ver un lago donde en medio hay un volcán apagado, y la curiosidad es que en medio de este lago es donde se juntan las placas tectónicas de Eurasia con la de América, así que, fijaos qué cosas, un trozo de Islandia está en América y otro en Europa, y yo estuve en ambas, jejeje.
Tras ver este lago y la falla, y de que nos contasen que en Islandia se suelen producir unos 150 terremotos al día (imperceptibles a nuestros pies, eso sí), nos dirigieron a las cataratas de Gulfoss, que también impresionan bastante, sobre todo a aquellos que no habíamos visto nunca ningunas. El agua va a toda leche, si das un mal paso te caes al pilón, y el agua difuminada de la hostia de la caída llega alta de pelotas. Ahí os pongo otra fotillo...
Cuando ya nos habíamos mojado lo suficiente en las cataratas, nos llevaron a otro lugar volcánico, en el que había unos bujeros en la tierra llenos de agua hirviendo, que de vez en cuando se hinchaban, y saltaban hacia arriba, provocando un efecto muy, muy curioso... A estos fenómenos les llaman geysers, y te recomiendan que no te acerques mucho a ellos. Cuando ves el bote que pega eso, lo entiendes perfectamente.
Al día siguiente nos levantamos aún más temprano, después de haber dormido cero coma (después veréis por qué), y nos pusimos de nuevo en marcha. Este día fue durillo, aunque fuimos a la costa sur a ver una caída de agua cuyo nombre impronunciable, Seljalandsfoss, es tan largo como la caída en sí misma. Después de pasar por detrás de la cascada (bendito chubasquero que me compré antes de ir...), nos llevaron a ver otra maravilla, la lengua de un glaciar acabando en un lago con bordes de hielo cubiertos por ceniza volcánica. ¿A que suena bien? Pues se ve mejor.
Por si todo esto no fuera poco, seguimos viaje con nuestro autobús todoterreno, atravesando ríos por el cauce, hasta llegar a un valle en el que daban la opción de hacer una ruta de hiking de una hora. Estaba la suave y la dura. Nosotros (los que aún quedábamos vivos) por supuesto elegimos la dura, y vive Dios que lo era. Pero sigue viviendo Dios, aquello sí que era increíble. Nunca había visto un paisaje como el que ví, y creo que me costará bastante volver a verlo. No os lo puedo describir ni siquiera con la foto, que no saca ni la cuarta parte de lo que se veía. Había un cañón, dos glaciares, una cordillera, un río, mil riscos, un acantilado de agárrate los machos, y un espacio más abierto que la mente de Jiménez del Oso. Todo ello junto en el mismo sitio. Lo dicho una pasada. Aquello no tiene precio.
Cuando creíamos que ya habíamos visto todo, nos llevaron a un cañón resultado del derretimiento de un glaciar. En este cañón hay una garganta, a la que hay que llegar atravesando un río a pie (sí, nos mojamos), y en esa garganta está el que dicen que es uno de los manantiales más puros de Europa, con un agua mineral muy terapéutica. No sé, yo bebí del manantial directamente y el agua estaba fresquita y muy muy rica, pero aún me duelen las piernas de la paliza de este día.
Islandia tiene mil excursiones para hacer, puedes bucear en un lago volcánico, ir a un glaciar en un trineo tirado por perros, salir en barco a avistar ballenas, e incluso creo que hay una excursión que te lleva al mismo polo norte. Yo quiero volver y hacer todo lo que me perdí.
Fiesta
Otra de las cosas buenas que tiene Islandia es la juerga. Hay un fiestón de narices, y nos dijeron que en invierno era mejor que en verano (24 horas de noche, pues imaginad...). No sé, supongo que a aquella gente le tiene que acabar tocando el ala días tan raros. Reykjavik es pequeñito y todos los garitos se concentran en una calle, la Laugavegur. Los islandeses de fiesta en general son una panda de borrachos que beben hasta perder el sentido, así que no os extrañe encontraros por la calle a tíos y tías más pedo que Alfredo.
De sitios a los que ir nos recomendaron el Café Oliver, que como su propio nombre indica, es un café que se transforma en disco por la noche. El sitio estaba petadísimo los dos días, y al entrar ves por qué. Hay tías despampanantes (y bichos también) que no se cortan un pelo en tocarte o dejarse tocar, y, si tras un rato de tocamientos la chica no quiere nada, da las gracias y pide que no se siga. Es decir, más de lo mismo que en cualquier sitio del norte de Europa, pero aquí bastante más exagerado.
Hay algo curioso sobre los islandeses. No se cortan en mostrarse si son de la acera de enfrente, y eso deja cosas tan curiosas como la foto que os pongo. El caso es que entre regalos para la vista como este, y otros regalos que uno es un caballero y no pone aquí, llegaron las 3:30 y cierran el garito. Salimos a la calle, con un sol naciente pegando en plena cara, y preguntamos dónde se va ahora. Pues la respuesta fue otra pregunta: ¿queréis sitios con chicas, drogas, famosos o música? Pues como de música ya tenemos una colección buena en mp3, famosos islandeses no es que estemos muy familiarizados con ellos, y las drogas no nos van, por eliminación elegimos el sitio de chicas, así que nos mandaron al Pravda. La verdad es que el garito era más flojo que el Oliver, había bastante menos gente, no tantas chicas, pero las que habían se tenían a duras penas en pie, supongo que tras dos millones de copas es lo normal...
Bueno, dejaré de contar ahí, el sábado fue más de lo mismo, de modo que por las mañanas presentábamos un aspecto un tanto lamentable. Supongo que ahora entendéis por qué estábamos un poco doblados para las excursiones. Pero con huevos, ahí estuvimos para hacerlas, que Islandia no se ve todos los días.
Y ahora me despido, que me voy a la playita, a por un poco de relax después de tanta caña. El próximo viaje será a Cracovia, ya os contaré qué tal me ha ido...
Etiquetas: viajes
Comentarios:
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Hola Willy Fog, qué envidia me das. A Islandia iré a algún día, espero. Y el próximo a Cracovia, no? qué cabrón, vas a tener que pedir un cuadernillo supletorio para el pasaporte
Algún dia tendré que recopilar las fotos tuyas de piedrecita, periodico y monumento y colgarlas de algún sitio, como hace el tio ese con el bailecito (http://curiosoperoinutil.com/2006/06/26/cambia-de-vida-ii/)
En fin, un abrazo.
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En fin, un abrazo.
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