jueves, 1 de junio de 2006

 

Andiamo a Milano!

¡Eeeeepa!, que diría mi compañero y amigo el puto vasco. Viernes, 16:30 de la tarde. Me reuno con varios ex-compañeros de proyecto en la nueva T4 del aeropuerto de Madrid-Barajas. Entre ellos, el puto vasco, el gallego, el león palentino, la garra, el alcahuete dorado, el nen, Don Manué, y otros dos compañeros que salieron del viaje con nuevo nombre: El Antoniomañas número 13 y... EL HOMBRE LORO!!

Con semejante plantel de energúmenos cogimos un vueling a Milán. Dicen que la ciudad no es especialmente bella, que no tiene mucho que ver y que es una ciudad industrial. Pues bien, debo desmentir algunos de esos mitos. La ciudad no es Londres, ni Munich, ni Madrid, está claro, pero de ahí a llamarla fea ahí un paso muy grande. Por si no la conocéis os puedo resumir que se puede ver en un día y medio, que tiene pocas cosas, pero muy muy bonitas, y que es la capital de la moda.

Eso fue lo que me resultó más curioso de todo el viaje. Si alguna vez vais, os llamará la atención el hecho de que en Milán no hay obesidad. Tienen unas costumbres deportivas y de culto al cuerpo que son realmente llamativas. Basta que os déis un paseo por el parque que está entre el Arco de la Paz (Sempione) y el Castello de Sforcesco para que lo veáis con vuestros propios ojos.

Además de esta costumbre de ellos y ellas de marcar cuadraditos en el abdomen, está el hecho de que sea para lo que sea, visten muy elegantemente, como si fueran de fiesta, pero, al contrario que la familia Heredia, éstos se ponen de punta en blanco con trapos buenos, de marca, rezumando pasta. Eso hace un contraste curioso con la cantidad de mierda que tiene la ciudad. Parece mentira, pero es una ciudad más sucia que Lisboa y que París. Al final va a ser verdad eso de que Madrid es una de las capitales europeas más limpias...

En cuanto al viaje propiamente dicho, tuvimos suerte de que mi amiga Sonia esté allí viviendo, ya que no sólo nos ayudó a encontrar el hotel y darnos consejos de cómo movernos por allí, sino que además nos presentó a un par de amigas suyas calabresas que nos permitieron practicar nuestro italiano. Ah, si alguna vez vais, os recomiendo coger un billete de metro que vale para 24 horas y cuesta unos 3 euros. Os sirve para todos los transportes, no solo metro, sino también bus y tranvía. El billete se llama , si no recuerdo mal, y se puede comprar en kioscos, tabaquerías o bares. El billete en cuestión se pica una vez, y cuenta 24 horas a partir de ese momento. El consejo es que, dado que no hay revisores ni tornos bloqueantes, aguantéis sin picarlo el mayor tiempo posible. Si os pregunta algún revisor, "escusa, però non parliamo italiano, siamo espagnoli". Ah, lo más reseñable si vais: subid al tejado del Duomo. 4€ a pie, 6€ en ascensor. Merece la pena, no es normal ver una catedral desde arriba, y ésta es especialmente bonita.


El hotel estaba bastante cuidado, limpio y todo nuevo. Estaba tan nuevo que la garra pensó que la televisión debía tener sed, y durante un par de copichuelas que nos tomamos, le dio de beber. Al día siguiente, se oía la tele perfectamente, pero no se veía. Fue en este hotel donde preguntamos la primera noche dónde podíamos cenar, y nos mandó a un restaurante, llamado Paradiso, donde nos sirvieron unas estupendas pizzas (dadas las horas, no querían servir otra cosa). La calzone estaba de muerte. Esta vez, al contrario que en Berlín, el camarero no dijo nada de subito que se pudiese confundir con "chupito", así que lo pedimos nosotros directamente, una de limoncello para todos. Y el pollo va y nos saca una botella de ese delicioso licor con una etiqueta en la que estaba representado el mismísimo Duce, Benito Mussolini. Vamos, que después de un vistazo al local, nos dimos cuenta de que estábamos en el equivalente al "Casa Pepe" de Italia. ¡Tremendo! El dueño del local le dejó un busto del dictador al alcahuete dorado para hacerse una foto con él. Nos pasan unas cosas más raras...

Después nos reunimos con las amigas de Sonia en Porta Genova, a tomar por saco del hotel. Para ir cogimos unos taxis. Ni se os ocurra si vais. 7 euros la bajada de bandera, y el taxímetro corre más que los propios taxistas, que se creen que son Giancarlo Fisichella. Al llegar allí conocimos a Antonella y Annalisa, dos muchachas dispares aunque amigas sin embargo. Y Antoniomañas entró en acción y, pese a su planta de galán americano rebelde de los años 50, el idioma fue una barrera insalvable que le impidió hacer mayores migas con ellas, tal y como le pasó a Antonio Banderas en "El Guerrero Número 13", con la diferencia de que Mañas no tuvo el tiempo suficiente para aprender el idioma extranjero.

De todas formas, tontás mías aparte, el descubrimiento del viaje fue un nuevo superhéroe, cuyo poder consiste en repetir las cosas: El Hombre-Loro. No sé qué extraño nudo se le hizo en el cerebro a nuestro compañero Alex, el cual se considera una mujer lesbiana encerrada en el cuerpo de un hombre, pero durante todo el viaje se convirtió en este extraño ser que nos permitió pasar los mejores momentos del viaje. Por cierto Alex, tienes más paciencia que el Santo Job después de la paliza dialéctica que te dio el vasco :-)

Bueno, veo que me estoy extendiendo demasiado. El resto de anécdotas del viaje deben quedar entre los que fuimos, y así quedarán. Resumen: Milán no es una ciudad fea, y por un vuelo barato, si ya habéis visto Roma, Florencia y Venecia, merece la pena ir.

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Comentarios:
No puedes decir que has estado en Milan si no hai magiato un panzerotti di Da Luini....

Me dispiace
 
"el idioma fue una barrera insalvable que le impidió hacer mayores migas con ellas. Dios mío! He tenido un flashback del viaje a la Oktoberfest! Jajajaja, seguro que no le pasó eso a Matt Damon vs. Barbara?

Alambres

P.D: para que luego digas que no escribo
 
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